Después de esa larga pesadilla Alice volvió a quedarse dormida, y paso la noche tranquilamente.
A la mañana siguiente La chica despertó como siempre, aunque se había dormido y la señora se enfadaría mucho. Alice tomo la ropa y se vistió lo más rápido posible.
La chica empezó a bajar la escaleras velozmente mientras decía: ¡Señora, me e quedado dormida, lo siento!
─ Venga jovencita, a tus labores, pero que no te vuelva a pasar, además a partir de ahora tendrás compañía —Dijo la señora con rapidez.
─ ¿Cómo? —Pregunto la chica.
─ Ya veras, pronto lo descubrirás.
Mientras Alice se daba la vuelta el timbre de la puerta comenzó a sonar.
─ ¡Alice… la puerta! —Gritó la señora.
─ Ya voy señora Smith —Respondió la chica.
¿Quién será? —Pensó Alice—
La chica abrió la puerta y allí parada frente a ella había una chica, de pelo castaño corto y hermosos ojos verdes. La chica llevaba un ropaje de sirvienta, aunque era distinto al de Alice, ya que parecía de estilo poco lujoso.
─ Hola. —Le dijo Alice— ¿y tu quien eres?
─ Hola. Soy Sheila, Sheila Rodigarc, y seré la nueva sirvienta de la casa.
─ Encantada Sheila, Yo soy Alice, Alice Críl. —Ambas rieron—
Mientras la madrastra se acercaba a las chicas.
─ Así que ya os conocéis, bien, ahora a trabajar, espero que se sienta bien señorita Rodigarc.
─ Si, como no señora Smith.
─ Por favor nada de formalidades querida, llámame Anne.
─ De acuerdo… señora Anne.
—Mientras Alice pregunto.
─ ¿Ahora que hacemos Anne?
─ Señorita Alice Críl, a usted quien le ha dado permiso para que me llame así, a la cocina ahora mismo, ¡las dos!
La señora marcho enfadada.
Mientras Alice pensaba, porque a esa tal Sheila si le daba esa ventaja de tutearla si la acababa de conocer, y a ella no, después de todo llevaba quince años con ella, Alice estaba confusa pero no le importaba.
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