sábado, 17 de octubre de 2009

Capitulo 1. Flechazo

Sola y sin nadie, Alice era una chica de campo de tan solo quince años, esclavizada por herencia, jamás salía de casa por miedo a ser maltratada por sus padrastros, y aunque ella no lo supiera aún, tenía un gran futuro por delante.

Como todos los días ella estaba allí, limpiando la cocina, el baño,…

Ya empezaba a cansarse de todo eso, ella quería ser libre, poder estar con chicas de su edad, flirtear con chicos guapos, pero… todo eso era imposible, y más para ella.

Eran las doce de la mañana y Alice tenía que ir con su madrastra al mercado, tenían que comprar cosas para preparar el almuerzo.

Mientras iban por el camino su madrastra empezó a hablar.

─ Alice ¿ya has hecho todo lo que te ordene? —preguntó

─ Sí señora —Respondió la chica

─ Acuérdate que después de la cena Felipe y yo vamos a salir, por favor ordena todo y que no te vea fuera de casa, que dirían de nosotros los señores Mills, ellos son los más poderosos del pueblo y si quieren nos pueden dejar pobres.

─ Sí señora, lo que usted diga —la chica puso cara de resignación—

¿Cómo podía pedirle eso? Ella no lo sabía, pero no le quedaba otro remedio más que obedecer.

Ya habían llegado al mercado y estaba lleno de gente, entre esas personas estaba el mayordomo de los señores Mills, un hombre de muy baja estatura que apenas se distinguía a lo lejos.

Hasta que Alice por fin lo vio, allí estaba el chico de sus sueños, era perfecto, guapo y muy atrevido. Tenía una sonrisa muy pícara que llamaba a Alice cada segundo.

La chica se acerco a él y comenzó a hablarle.

─ Hola, por favor me pondrías cebollas y zanahorias.

─ Sí como no, enseguida se las doy. —Contestó el chico con dulce voz.

Era como si miles de mariposas diminutas, recorriera su estómago con mucha rapidez.

Nunca en la vida se había enamorado, pero ahora estaba segura que había sido un flechazo.

Se acordaba aun de sus ojos, verdes como la hierba, y cuya mirada recorría cada parte de su cuerpo.

Alice sabía que no lo volvería a ver si trataba mal a la señora, así que durante muchos días intento comportarse y no hacer ninguna locura, le era muy difícil, pero… ella misma lo deseaba más que nada.

Después de una larga semana, por fin llegaba el día para ir al mercado. Alice estaba feliz porque volvería a ver a su querido amado, y eso era algo que esperaba con anhelo.

Mientras por la puerta de la cocina entraba la señora Smith.

Su madrastra se acercó a ella, y le dijo.

─ Alice hoy iré sola al mercado, no me demoro, encárgate de la casa y si pasa algo te ago responsable.

─ Pero… señora, yo la acompaño, no puede ir sola. —Dijo la chica con rapidez.

─ No muchacha, en la casa no hay nadie porque Felipe ha salido, quédate aquí, regreso enseguida.

─ De acuerdo señora. —La chica puso cara de tristeza—

¿Cómo podía ser? no iba a poder verlo, y aún no sabía ni su nombre, tenía que llevar a cabo un plan, no podía estar ni un segundo más prisionera.

A Alice aún le pasaba lo mismo por la cabeza. Las palabras de su madrastra la habían puesto de mal humor. Y al mismo tiempo deseaba verlo más que nada en el mundo, así que decidió escaparse y asegurarse de llegar antes que la señora.

Alice salio disparada hacia el pueblo, pero sin darse cuenta, la señora de la casa entraba en ese momento por la puerta de atrás.

—La mujer gritó;

─ ¡Alice! ¡Ayúdame!

Pero la chica no contestó.

Entonces la señora Smith se percato de que no se encontraba en casa, y se puso furiosa.

─ ¿Ha dónde habrá ido? Cuando venga me va a conocer, maldita jovencita.

Mientras Alice seguía corriendo para llegar al pueblo.

Una vez ya en el, se dirigió al mercado lo mas rápido que pudo. Ya allí, no podía creérselo, el chico de sus sueños no estaba, y su puesto tampoco.

Eso significaría que se había marchado para siempre, o que simplemente no había trabajado ese día, Alice no estaba segura, pero lo averiguaría.

Alice estaba indecisa, pero… como podría averiguar, no conocía nada de él, ni su nombre, ni donde vivía, absolutamente nada.

Así que decidió ir al pueblo otra vez, seguro que ese día si estaba.

Cuando Alice salía por la puerta, su madrastra la pillo y le gritó.

─ ¿Ha dónde vas jovencita? Otra vez no, te quedas aquí y si te atreves a salir de nuevo, juro que no veras jamás la luz del sol, ¿soy clara?

—La chica puso cara de asombro—

─ Si señora, lo siento, no volverá a pasar. —Dijo con rapidez.

La chica salió corriendo de allí lo más rápido que pudo.

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